Si abrieras tus fauces doradas
y la apertura me arrancara el brazo derecho
con histeria repetiría
que la sangre perpetua
permanece incólume entre mis sesos.
Si tu dedo izquierdo apuntara mi herida
a borbotones ensimismada
con rechazo no te diría
que la piel se retrae
y que el muerto camina.
Si estos son tus designios
Si esta es la flama que apagada
inflama cada recodo de este mi río
Me ensancharé en desgracia
acometido por cuervos
y la ignorancia mordida.