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lunes, 7 de marzo de 2011

Primera Versión de los hechos

Pascual del Río camina presuroso por la larga avenida, lleva la gorra de vigilante particular, una chompa gris con motivos cusqueños y los pantalones caqui arremangados hasta las canillas. Sus zapatos fueron el boom del año noventa y cinco. No se rasura desde el verano. Cae un fina garúa de junio, de esas que empañan inevitablemente los anteojos, las que no permiten percatarnos de lo próximo a empujarnos. Pascual Del Río tirita, mas aún el frío aún no llega a morder los huesos. Es jueves, su mano derecha lleva un recorte de periódico con la cara del presidente, le ha pintado bigotes y unos bonitos anteojo de carey. Bajo su brazo izquierdo lleva una caja de pizza tamaño familiar con sombrero guinda y letras negras. Pascual detiene de golpe sus pasos, el viento de pie frente a él detiene su prisa, es por esto que Pascual desenvaina su espada y apuñala dos veces al viento que herido de muerte cae de bruces al suelo. Pascual Del Río, arrepentido, se agacha para ayudar al viento a levantarse. Una tenue luz amarilla alumbra sus delgadas manos vacías, luego llora dos lágrimas. Sigue su rumbo con la mirada arrepentida. Se muerde la lengua.

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